CRONICA DEL REGRESO A GUINEA Y LA SENSACIóN DE ESTAR EN CASA.
Guinea
me recibió con la puerta abierta y llena de sonrisas como si regresara de
largo viaje que hubiese emprendido hace solo un par de años. Entro en Guinea
por el aeropuerto en Malabo, la capital del país, un aeropuerto que parece
salido de un cuento que un día quiero escribir, sobre un pequeño pueblo
en el que todos se aglomeran en la estación para esperar a sus seres queridos.
Pero
la sensación más reconfortante no es solo llegar, es llegar y observar y sentir
a muchos como yo, rostros negros y
sonrientes que a pesar de ser
diferentes, no lo son tanto. A pesar de la infame historia de separación,
desarraigo y colonización aun conservamos la piel y el color que de alguna
forma nos hermana. Con Guinea además, nos une una lengua, porque Guinea resulta
ser la única nación en el continente africano en donde también se habla
español. Tienen por supuesto sus lenguas del principio, como Fang, Bubi, Ndwe, Bisio y Fadambo y otras más, y
las hablan y las cantan como canciones de amor en mis oídos. Pero para mí
regocijo hoy, solo hoy, esta herencia colonial dejó también la posibilidad de hablarles en una lengua
en que nos entendemos.
Llego
a Guinea Ecuatorial, a África una vez más,
con la alegría y la expectativa
de llegar a casa. Es que de alguna forma, llegar a África, cuantas veces he
llegado y por la puerta que haya entrado, siempre ha representado para mí, una forma de llegar a casa.
Seguramente eso es provocado por esa misma sensación de vacío que sientes a lo
largo de la vida de no pertenecer, de estar en un lugar asignado pero no
elegido. Esa sensación a la que te acostumbras, pero que lleva latente ese de
que “tu casa, no es tu casa”, porque al final de cuentas cualquiera que sea el
lugar donde estés, tus pueblos, y tus comunidades y tus iguales tienden a estar
marginados y arrinconados. Entonces solo llegar a Guinea, y verme ahí,
reflejada, en tanto rostro del color del mío,
aun con los diversos matices, es sin duda, refrescante.
Llegue invitada para participar en el evento Mujer
Ideal. Un evento organizado por Lucas
Escalada, un joven y talentoso diseñador
Ecuatoguineano convencido de que puede ayudar a
soñar y a cambiar vidas de
mujeres y niñas y con eso, mudar la historia de las mujeres de su país, todo esto usando como instrumento su arte, que es la moda. Entonces se ha
rodeado de un grupo de gente joven que como él, quieren cambiar su
historia y la de otras mujeres y hombres jóvenes, en un país sin muchas opciones
para ellos. (http://mujerideal-ge.org/). “Mujer ideal” ha convocado al lado de diseñadores nacionales, a diseñadores
de calibre mundial, de América Latina y
de diversos países africanos, que
trajeron consigo sus colecciones y llenaron pasarelas de hermosos diseños, de color, de música y
de movimiento. Con enorme esfuerzo y recursos limitados, se organizaron también
conferencias y mesas redondas sobre diversos temas relacionados con
empoderamiento de las mujeres y se homenajearon mujeres Ecuatoguineanas
sobresalientes y valientes, muchas de las cuales se han atrevido a romper normas y patrones y apostar al
cambio.
Reconozco, no obstante, que soy de quienes siempre vieron en la moda
y en este tipo de eventos una banalidad y las modelos y sus cuerpos “perfectos”
siempre me parecieron una pérdida de tiempo y una actividad carente de
contenido contra la que había que luchar.
Mujer Ideal me abrió una ventana
que no conocía y me enseño que la moda, esos espacios de pasarelas y modelos, también pueden ser instrumentos para el cambio y apoyo al fortalecimiento del
autoestima y que además, pueden constituirse en una herramienta para el
beneficio de las mujeres. Eso sin dejar de considerar el agrado que me produjo
ver pasarelas en donde las mujeres negras, todas ellas, eran las protagonistas
y las estrellas, experiencia totalmente nueva para mí. Lucas incluso se atrevió a levantar consignas desde las pasarelas, cuando modelos
ataviadas con trajes de novia desfilaron
con un pequeño papel enrollado en sus manos para al finalizar, levantarlo abogando por respeto e igualdad
de derechos entre hombres y mujeres y denunciando los diversos tipos de
violencia que se ejerce en contra de las mujeres. Esto en una sociedad ”tradicional” que, como se atreve a decir Doña Anastasia Nze Ada, una de la homenajeadas, reniegan
de la tradición cuando les conviene,
pero se aferran a ella cuando se trata de abrir mano de sus privilegios
y cuando se coloca sobre la mesa la discusión de los derechos y la participación efectiva de las mujeres. “Mujer Ideal” osó meterse con esa tradición,
la misma que a veces resulta tan nefasta y que tantas veces golpea directamente los derechos de nosotras las
mujeres.
En Malabo
también conocí a Bisila, Diosa madre de
los Bubis, referencia espiritual y venerada por el pueblo Bubi, pero Bisila se llama
también mi nueva amiga. Española de
padres Guineanos, empresaria y filántropa, pero sobre todo, una mujer extraordinaria. Bisila me prestó a su familia para que mi experiencia en Guinea
resultara completa. Con su padre Bwelalele
Bokoko, conocimos un poco de
Malabo. El señor Bokoko nos alimentó de
su experiencia matizada con historias y anécdotas y una capacidad fascinante y envolvente de
relatarlas para que no las olvidáramos nunca. Nos llevó al pueblo de su abuelo,
a la casa en donde el solía pasar mucho tiempo durante su infancia. Nos contó la historia del apogeo del cacao y el
rol de su familia en el establecimiento de la cooperativa que subsiste hasta
hoy. Así llegamos a Baney, su pueblo de
origen. Entonces recorrimos Rebola, Cupapa, Basuala,
Riaba, Misión y Basupú. Todos
pueblos pequeños y en donde fuimos recibidos cálidamente por quienes nos
encontramos en el camino.
Así, por casualidad, en el recorrido nos encontramos con un tío de Bisila, y con una abuela, quien mostró una alegría
enorme de verla y de vernos. Una abuela, que no era la madre de su padre ni de
su madre, pero es abuela, porque el
término abuela, como me explicaba Bisila, va mucho más allá de la limitada
definición occidental. Este término tiene que ver con respecto, con sabiduría y
con ese amor de abuela, que va más allá del amor. Y es que las mujeres de la
misma generación de su madre o de su padre,
sean hermanas, primas, etc. son todas abuelas, con hijos o no, y se les deben los mismos honores. Este recorrido lo hicimos también con
Montserrat Anguiano, pintora y poeta
española de origen Guineano, también invitada al evento. Con este, su
primer viaje a Guinea, Montserrat continua con un peregrinaje
histórico iniciado hace algunos años estando todavía en Barcelona, en busca de
su familia biológica. No tuvo tanto éxito en esta primera visita, pero regresa,
porque es muy importante encontrar su casa. Con este recorrido, también le dimos una
vuelta a la historia y así regresamos
algunas horas más tarde con un poco más de conocimiento, un poco más sabias habiendo
bebido de la sabiduría que solo el señor Bokoko nos podía transmitir.
Finalizamos nuestro recorrido en casa de los abuelos
maternos de Bisila, Su abuelo de 91 años nos esperaba con su esposa Felicidad,
hermoso nombre que la escogió. Esta vez, disfruté de la sabiduría y amabilidad de don
Laureano Toichoa, el abuelo, quien con una lucidez extraordinaria me contó algunos detalles de su vida, me
pregunto sobre afrodescendientes en Argentina y los Estados Unidos y me habló
de la construcción del ferrocarril en Costa Rica y de la historia política de mi propio
país. Terminamos sentadas a la mesa en
casa de los abuelos, comiendo los alimentos preparados por Doña Felicidad para
su nieta y las visitantes. Rabo de res en salsa de ocra y pollo en salsa de
maní. Acompañado de arroz y Gari, ese platillo hecho de yuca casi deshidratada
y convertida en algo parecido a un pan esponjoso y muy sabroso. Y comimos como se come en casa
con las manos, saboreando cada bocado, porque no hay como la
comida de casa, para hacerte sentir en casa.
En cada una de las actividades fui anunciada como la autora del famoso poema “rotundamente negra”, y el poema era proyectado en una pantalla a mi espalda. Me correspondió impartir una conferencia y adicionalmente, en cada uno de los eventos que se organizaron, me tocó conversar con el público de poesía negra, de la situación de las mujeres en América Latina, sobre autoestima de las mujeres negras o de la importancia de levantar la cabeza y estar orgullosas de lo que somos. Les conté de las luchas de nosotras mujeres negras fuera de África. Pero lo más importante fue decirles que al final de cuentas aunque somos diferentes, no lo somos tanto.
Es que la verdad no lo somos tanto. Estamos conectadas
de tantas y tantas maneras que a pesar de que nos separa un enorme océano de
historias y de historias sin historia, nos unen patrones de exclusión, nos unen
luchas y sentimientos que hemos ido construyendo y reconstruyendo en el camino.
Nos une esa necesidad de conservar, preservar, reconstruir y volver a escribir
nuestra historia. Estamos conectadas porque funcionamos bajo los mismos
patrones patriarcales que de una u otra forma intentan mantenernos en
posiciones de subordinación. Estamos conectadas en la lucha por amarnos a
nosotras mismas, por destruir y desaprender patrones impuestos y que aprendimos
de memoria y que nos hacen renegar de nuestras características físicas.
Así fue como llegué a Guinea Ecuatorial. Mi poesía me
llevó hasta allá. Y debo admitir que al
principio, cuando fui invitada, me
enfrenté con una serie de sentimientos encontrados. Entre la satisfacción que
me provocó ser invitada a África, al único país Africano en donde también se
habla el español, me pregunte la relevancia de mi participación cuando mi
trabajo tiene que ver con nuestras luchas en América Latina, con las mujeres
negras de la diáspora. Es que a pesar de esfuerzos recientes, y de los cambios
e intentos de acercamiento que se han escenificado en los últimos años, la conexión entre África y sus
movimientos sociales con la diáspora ha sido realmente limitada, por lo que era difícil para mí, entender la conexión.
Me preguntaba la relevancia de mi trabajo en el
contexto africano. Es que mi poesía tiene que ver con las luchas por igualdad y
reconocimiento. Tiene que ver con derechos de los afrodescendientes en
occidente. Tiene que ver con reescribir nuestra historia y con volver a
encontrar un camino más saludable hacia nosotros mismos. Tiene que ver con
mujeres negras y la necesidad de amarnos y desde ese modo liberarnos.
Tiene que ver con mujeres que redescubren su potencial, se conocen a sí mismas
y exigen respeto. Sin embargo, al remover un poco más profundo no fue difícil de entender. Ese brutal proceso de
colonización, una vez más, no aconteció en vano. Estamos conectadas también por
esa historia de estigmatización, despersonificación y deshumanización, por esa historia de
agresiones contra nuestros cuerpos y
nuestra imagen física. Estas mujeres están lidiando también con esa herencia
que nos dejó desvaloradas y que nos hace
a diario inventar formas de no ser nosotras mismas, de tratar de borrar
nuestras tonalidades de piel, la textura
de nuestros cabellos y las formas de nuestras facciones. Esa batalla, la que a
diario libramos aquí, también se está
dando en África. Entonces, lo conocen,
se lo saben, se identifican y asumen como propio mi “Rotundamente Negra”. Y a mí nada me alegra más, que mi trabajo pueda ser un instrumento de reivindicación y de empoderamiento.
Entonces viajar a Guinea me permite una vez más,
cerrar un círculo que iniciamos hace ya quinientos años y regresar triunfante.
Porque regreso declamando en voz de la libertad. La libertad de Ser. Cantando
desde el alma que no se cansa y sigue cantando canciones de libertad. Me
entristece saber que también ellas necesitan levantar su imagen de entre los
escombros, pero aquí estamos, de la mano y un día llegamos.
Cinco días más
tarde dejo Guinea Ecuatorial. Otra vez llena de sentimientos encontrados, habiendo participado en un evento organizado
por un grupo de jóvenes llenos de fe y que están trabajando contra viento y marea
para cambiar su propia historia y contribuir a cambiar la historia de las mujeres de su país. Lucas y su equipo trabajan con una pasión admirable, porque enfrentan enormes retos con su proyecto casi titánico en un medio limitante y desafiante. Este país, que aunque ha experimentado importantes avances en los últimos años, aun exhibe una gran desigualdad social y enfrenta grandes desafios en areas como educación, salud y derechos humanos en general.
Vuelvo al aeropuerto,
esta vez, despidiéndome de Malabo
y de Guinea y de las casi 20 personas que han llegado a despedirnos.
No recuerdo la última vez que fui despedida en un aeropuerto con tanta emoción
y a la vez tristeza. Fueron cinco intensos días en que conocí mujeres y hombres
llenos de una energía y una valentía admirable. Me alegra saber que a pesar de
todo somos de los mismos y que a pesar de los siglos de separación, aun no nos
hemos olvidado. Me alegra haber llegado a Guinea Ecuatorial, porque volver a casa,
aunque la casa esté un poco desarreglada,
es siempre maravilloso.
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